El presidente, vocero, mandamás del residual y disperso partido radical con sus bravuconadas habituales y enceguecido por la reacción de su espíritu de gorila exacerbado sufre también de amnesia. Ya no sabe ni quien es ni de donde proviene. Perdió el sentido, si es que alguna vez lo tuvo, de qué fue el radicalismo y su tradición histórica con su línea de pensamiento. Al momento, solo se presenta como un patológico reaccionario opositor de un gobierno democrático y popular, expresando en sus vociferaciones sin sostén ni lógica, más que la de figurar, de querer "ser alguien" o de defender algún tipo de interés, esto, desde una tribuna que la hace carente de ética en la presencia de alguien que intenta representar a quienes en su momento lo eligieron.
La figura de una imagen no muy agradable y lamentable, que en vez de acrecentarla, aunque sea un poco como legislador nacional que es, la deteriora aún más en la petulancia consciente de comportarse como oposición por la oposición misma y carente de propuestas concretas que haría cabal a la misma. Por lo tanto, en vez de ejercer oposición, su conducta se instala en un marco de enemigo del sistema que rige los parámetros republicanos en que vivimos. Lo vimos reaccionar casi con imprecaciones antigubernamentales al solo hecho de enterarse que se iba a presentar un anteproyecto de Ley que modificaba la de la sangrienta dictadura, la 22.285. A oponerse a un contenido del que nadie leyó un ápice aún y menos él seguramente. A todo esto, simultáneamente salieron a jugar de la misma forma otros peoncitos legislativos del radicalismo como la diputada Silvana Giudici, publicando en
El senador Morales, olvidó rotundamente que el Partido Radical fue un pionero también en ejercer modificaciones urgentes a
Por Coco Plaza
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