Existe en la diplomacia anglosajona un término de difícil traducción: brinkmanship. Según el diccionario Collins English Cobuild and Thesaurus, es "un método de conducta que se da en política, en el que uno se pone deliberadamente en situaciones peligrosas que pueden derivar en un desastre, pero que también pueden resultar exitosas". En relaciones internacionales, consiste en "llegar hasta el límite de una guerra". También se le conoce como política de la "cuesta resbaladiza" o del "borde del abismo", en palabras de John Foster Dulles (1888-1959), asesor del presidente Thomas Woodrow Wilson y secretario de Estado del presidente Dwight Eisenwower. Es lo que acaba de hacer Colombia el sábado pasado:
1) El ejército colombiano violó territorio de Ecuador. Primero, ingresaron aviones y bombardearon un campamento de las FARC. Luego, llegaron tropas en helicópteros y completaron la matanza.
2) Los soldados atacaron mientras los guerrilleros dormían; no repelieron un ataque. Los 20 cadáveres estaban en ropa interior y presentaban tiros de gracia. El número de insurgentes muertos evidencia que no significaban un peligro inmediato para la seguridad interior de Colombia.
3) Raúl Reyes, vocero internacional de las FARC, cumplía funciones políticas, no militares. No era comandante de ninguno de los frentes de combate. En los últimos meses, sus gestiones estaban relacionadas con el intercambio humanitario de rehenes de la guerrilla por prisioneros del ejército. Tampoco era una amenaza para la seguridad nacional de Colombia.
4) Quienes ordenaron el ataque sabían que una de las principales consecuencias de la incursión armada sería, precisamente, la interrupción de las gestiones de gobiernos latinoamericanos y europeos interesados en la liberación de los rehenes en poder de las FARC.
5) Entre las consecuencias de largo plazo, la tensión diplomática de Bogotá con Quito y Caracas es un palo en la rueda de la integración económica sudamericana, cuyos más decididos promotores son Argentina, Brasil y Venezuela. La mayoría de países latinoamericanos apoyó el reclamo ecuatoriano. El único respaldo explícito que recibió Colombia provino de Estados Unidos.
6) Más allá de acusaciones retóricas, el gobierno colombiano está dispuesto a cumplir la función de "cuña" entre dos países vecinos, cuyos gobiernos no son del agrado de Washington. Colombia comparte con Ecuador 586 kilómetros de frontera y con Venezuela, 2.219 kilómetros. En ambos casos la demarcación limítrofe no servirá para el intercambio de mercaderías, sino para el estacionamiento de tropas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario