lunes, 16 de julio de 2007

Mensaje de interés para los latinoamericanos

Cortesía del Grupo Adultos Mayores

---------- Forwarded message ----------
From: Raul Cesar Santiago Menendez < lacarretaderaul@hotmail.com>

Cuando un dirigente ve mas allá de los tiempos que le toca vivir debe ser
rescatado del olvido para darle su lugar "NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA"
palabras de Jesús

CARTA DIRIGIDA AL SEÑOR SECRETARIO GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS

Madrid, 16 de marzo de 1972

A Su Excelencia
el señor Secretario General de la
Organización de las Naciones Unidas
Don Kart Waldheim
Edificio de las Naciones Unidas
Nueva Cork

De mi mayor consideración:

Los graves problemas que
acosan a la humanidad en este momento de la historia me han llevado a
dirigir el adjunto Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo, el que tengo
el propósito de dar a publicidad el 23 del corriente mes. Deseo anticiparle
su contenido en virtud de que vuestra importantísima misión en defensa de la
paz y cooperación internacionales lo convierten en uno de los principales
destinatarios de mi mensaje.
Como usted podrá apreciar,
considero que los problemas de contaminación ambiental, despilfarro de
recursos naturales, tensión internacional y la carrera armamentista son tan
graves como interdependientes, y por lo tanto exigen una acción enérgica
inmediata y global. Me preocupa en particular el agotamiento de los recursos
naturales en los países del Tercer Mundo, con las consecuencias que están a
la vista y se hacen sentir principalmente entre los sectores más humildes de
la población. En verdad, la selección natural ha sido convertida en un
sofisma detrás del cual se ocultan una selección social y una selección
internacional.
Entiendo que las Naciones
Unidas deberían constituir el eje e cualquier acción internacional conjunta
en este campo. A tal efecto sin duda será necesario crear nuevos organismos
como el ya constituido para luchar contra la contaminación, y coordinar a
acción de los mismos.
Deseándole éxito en su
difícil misión, saludo a usted, cordialmente,

Juan D. Perón

(Las Bases, 16 de mayo de 1972)

MENSAJE A LOS PUEBLOS Y GOBIERNOS DEL MUNDO

Hace casi treinta años, cuando aún no se había iniciado el proceso de
descolonización contemporánea, anunciamos la Tercera posición en defensa de
la soberanía y autodeterminación de las pequeñas naciones frente a los
bloques en que se dividieron los vencedores de la Segundan Guerra Mundial.
Hoy, cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen
el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo, un peligro mayor –que afecta a
toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia- nos obliga a
plantear la cuestión en nuevos términos que van más allá de lo estrictamente
político, que superan las divisiones partidarias o ideológicas, y entran en
la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza.
Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del
mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido
a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la
dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la
población y la sobrestimación de la tecnología, y de la necesidad de
invertir de inmediato la dirección de esa marcha, a través de una acción
mancomunada internacional.
La concientización debe originarse en los hombres de ciencia, pero sólo
puede transformarse en la acción necesaria a través de los dirigentes
políticos. Por eso abordo el tema como dirigente político, con la autoridad
que me da el haber sido el precursor de la posición actual del Tercer Mundo
y con el aval que me dan las últimas investigaciones de los científicos en
la materia.

LOS HECHOS

El ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio
ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si
continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra sólo puede
esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas.
La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no
llega a adaptarse a las nuevas condiciones. Su acción va más rápido que su
captación de la realidad y no ha llegado a comprender, entre otras cosas,
que los recursos vitales para él y sus descendientes derivan de la
naturaleza y no de su poder mental. De este modo, a diario, su vida se
transforma en una interminable cadena de contradicciones.
En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han bastado un par
de décadas para convertir a ríos y mares en basurales, y al aire de las
grandes ciudades en un gas tóxico y espero. Inventó el automóvil para
facilitar su traslado, pero ahora se ha erigido una civilización del
automóvil que se asienta sobre un cúmulo de problemas de circulación,
urbanización, seguridad y contaminación en las ciudades, y que agrava las
consecuencias de su vida sedentaria.
Las mal llamadas "sociedades de consumo" son, en realidad, sistemas sociales
de despilfarro masivo, basados en el gasto porque el gasto produce lucre. Se
despilfarra mediante la producción de bienes necesarios o superfluos y,
entre éstos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención
se les asigna corta vida porque la renovación produce utilidades. Se gastan
millones de inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no
para reemplazar los bienes dañinos para la salud humana y hasta se apela a
nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana. Como
ejemplo bastan los autos actuales que debieran haber sido reemplazados por
otros con motores eléctricos o el tóxico plomo que se agrega a las naftas
simplemente para aumentar el pique de los mismos.
No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro
de los países tecnológicamente más avanzados funcionan mediante el consumo
de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo.
De este modo el problema de las reacciones dentro de la humanidad es
paradójicamente doble: algunas clases sociales –los de los países de baja
tecnología en particular- sufren los efectos del hombre, el analfabetismo y
las enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que
asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco
están racionalmente alimentados, ni gozan de una auténtica cultura o de una
vida espiritual o físicamente sana. Se debaten en medio de la ansiedad, y
del tedio y los vicios que produce el ocio mal empleado.
Lo peor, es que debido a la existencia de poderosos intereses creados o por
la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el
hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a agravarse. Mientras un
fantasma –el hambre- recorre el mundo devorando 55 millones de vidas humanas
cada 20 meses, afectando hasta a países que ayer fueron graneros del mundo y
amenazando expandirse de modo fulmíneo en las próximas décadas, en los
centros de más alta tecnología se anuncia, entre otras maravillas, que
pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las mas de casa harán sus
compras desde sus hogares por televisión y las pagarán mediante sistemas
electrónicos. La separación dentro de la humanidad se está agudizando de
modo tan visible que parece que estuviera constituido por más de una
especie.

EXTERMINIO MASIVO

El ser humano, cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las
verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras llega a la
Luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos,
la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el
oxígeno que respira, el agua que debe y el suelo que le da de comer, y eleva
la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias
biológicas. Ya en el colmo de su insensatez, mata al mar que podía servirle
de última base de sustentación.
En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de
doscientas especies de animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las
especies marinas. Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas
de los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en
cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como
por el petróleo involuntariamente derramado. Sólo el petróleo liberado por
los buques cisterna hundidos ha matado en la última década cerca de 600 mil
millones de peces. Sin embargo seguimos arrojando al mar más desechos que
nunca, perforamos miles de pozos petrolíferos en el mar o sus costas y
ampliamos al infinito el tonelaje de los petroleros in tomar medidas de
protección de la fauna y la flora marinas.
La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades es bien conocida,
aunque muy poco se ha hecho para disimularlo. En cambio, todavía ni siquiera
existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado
por despilfarro del agua dulce, tanto para e consumo humano como para la
agricultura. La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos
extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a ser
gigantescos desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de
comunicación. Al mismo tiempo, la presión provocada por el cultivo
irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en
un problema mundial y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo
biológico del suelo, uno de los más complejos de la existencia. Para colmo,
muchas fuentes naturales han sido contaminadas, as reservas de aguadulce
están pésimamente repartidas por el planeta y cuando nos quedaría como
último recurso la desalinización del mar nos enteramos que una empresa de
este tipo de dimensión universal exigiría una infraestructura que la
humanidad no está en condiciones de financiar y armar en este momento.

UNA POLÍTICA DEMOGRÁFICA

Por otra parte, a pesar de la llamada revolución verde el Tercer Mundo
todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y
para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial,
reformas estructurales y la vigencia de una justicia social que todavía está
lejos de alcanzar. Para colmo, el desarrollo de la producción de alimentos
sustitutivos está frenada por la insuficiencia financiera y las dificultades
técnicas.
Por supuesto todos estos desatinos culminan con una tan desenfrenada como
irracional carrera armamentista que le cuesta a la humanidad 200 mil
millones de dólares anuales.
A este maremagno de problemas creados artificialmente se suma el crecimiento
explosivo de la humanidad. El número de seres humanos que puebla el planeta
se ha duplicado en el último siglo y volverá a duplicarse para fines del
actual o comienzos del próximo, de continuar la actual ratio de crecimiento.
De seguir por este camino, en el año 2.500 cada ser humano dispondrá de un
solo metro cuadrado sobre el planeta. Esta versión global está lejana en el
tiempo pero no difiere mucho de la que ya corresponde a las grandes urbes, y
no debe olvidarse que dentro de veinte años más de la mitad de la humanidad
vivirá en ciudades grandes y medianas.
Es indudable, pues, que la humanidad necesita tener una política
demográfica. La cuestión es que aún poniéndola en práctica ya, por el
retardo con que comenzaremos, no producirá sus efectos antes de fin de la
década en materia educativa yantes del fin de siglo en materia ocupacional.
Y de que además una política demográfica no produce los efectos deseados si
no va acompañada de una política económica y social correspondiente. De
todos modos, mantener el actual ritmo de crecimiento de la población humana
es tan suicida como mantener el despilfarro de los recursos naturales en los
centros altamente industrializados donde rige la economía de mercado o en
aquellos países que han copiado sus modelos de desarrollo. Lo que no debe
aceptarse es que la política demográfica esté basada en la acción de
píldoras que ponen en peligro la salud de quienes la toman o sus
descendientes.

QUE HACER

Si se observan en su conjunto los problemas que se nos plantean y que hemos
enumerado, comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la imprevisión
humana, como de las características de algunos sistemas sociales, del abuso
de la tecnología, del desconocimiento de las relaciones biológicas y de la
progresión natural del crecimiento de la población humana. Esta
heterogeneidad de causas debe dar lugar a una heterogeneidad de las
respuestas, aunque en última instancia tengan como denominador común la
utilización de la inteligencia humana. A la irracionalidad del suicidio
colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia.
Para poner freno e invertir esta marcha hacia el desastre es menester
aceptar algunas premisas:
Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres,
especialmente en los dirigentes de los países más altamente
industrializados, una modificación de las estructuras sociales y productivas
en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige
la economía de mercado, y el surgimiento de una convivencia biológica dentro
de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza.
Esa revolución mental implica comprender que le hombre no puede reemplazar a
la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general,
que la tecnología es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe
tener un límite y que incluso habrá que renunciar a algunas de las
comodidades que nos ha brindado la civilización, que la naturaleza debe ser
restaurada en todo lo posible, que los recurso naturales resultan agotables
y por lo tanto deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre,
que el crecimiento de la población debe ser planificado sin preconceptos de
ninguna naturaleza, que por el momento más importante que planificar el
crecimiento de la población es aumentar la producción y mejorar la
distribución de alimentos la difusión de servicios sociales como la
educación y la salud pública, y que la educación y el sano esparcimiento
deberán reemplazar el papel que los bienes y servicios superfluos juegan
actualmente.
Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales. Pero,
al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir a sus
ciudadanos e cuidado y utilización racional de los mismos. El derecho a la
subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia colectiva, ya
se trate de ciudadanos o pueblo.
La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo
implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor
básico de sociedad alguna, y que la justicia social debe erigirse en la base
de todo sistema, no sólo para beneficio directo de los hombres sino para
aumentar la producción de alimentos bienes necesarios: consecuentemente,
las prioridades de producción de bienes y servicios deben ser alteradas en
mayor o menor grado según el país de que se tratare.
En otras palabras: necesitamos nuevos modelos de producción, consumo.
Organización y desarrollo tecnológico que, a mismo tiempo que den
prioridad a
la satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, racionen
el
consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo posible la
contaminación ambiental.
Necesitamos un hombre mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo. No se
puede construir una nueva sociedad basada en el pleno desarrollo de la
personalidad humana en un mundo viciado por la contaminación del ambiente,
exhausto por el hambre y la sed y enloquecido por el ruido y el
hacinamiento. Debemos transformar a as ciudades cárceles del presente en las
ciudades jardines del futuro.
El crecimiento de la población debe ser planificado, en lo posible de
inmediato, pero a través de métodos que no perjudiquen la salud humana,
según las condiciones articulares de cada país (esto no rige para la
Argentina, por ejemplo) y en e marco de políticas económicas y sociales
globalmente racionales.
La lucha contra la contaminación del ambiente y la biosfera, el despilfarro
de los recurso naturales, el ruido y el hacinamiento de las ciudades y el
crecimiento explosivo de la población del planeta debe iniciarse ya a nivel
municipal, nacional e internacional. Estos problemas, en el orden
internacional, deben pasar a la agenda de las negociaciones entre las
grandes potencias y a la vida permanente de las Naciones Unidas con carácter
de primera prioridad. Este, en su conjunto, no es un problema más de la
humanidad; es el problema.
Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con el de la
justicia social, el de la soberanía política y la independencia económica
del Tercer Mundo, y la distensión la cooperación internacional.
Muchos de estos problemas deberán ser encarados por encima de las
diferencias ideológicas que separan a los individuos dentro de sus
sociedades o a los Estados Unidos dentro de la comunidad internacional.

AL TERCER MUNDO

Finalmente deseo hacer algunas consideraciones para nuestros países del
Tercer Mundo:
Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la
voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un
tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta
tecnología donde rige la economía de mercado. Ya no puede producirse un
aumento en gran escala de la producción alimenticia del Tercer Mundo sin un
desarrollo paralelo de las industrias correspondientes. Por eso cada gramo
de materia prima que se dejan arrebatar hoy los países del Tercer Mundo
equivale a kilos de alimentos que dejarán de producir mañana.
De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si
seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados por esos mismos
monopolios, que significan la negación de un uso racional de los mismos.
En defensa de sus intereses, los países deben propender a las integraciones
regionales y a la acción solidaria.
No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países
del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de
participación popular en la conducción de los asuntos públicos. Sin justicia
social el Tercer Mundo no estará en condiciones de enfrentar las
angustiosamente difíciles décadas que se avecinan.
La humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma. En esta
tarea gigantesca nadie puede quedarse con los brazos cruzados. Por eso
convoco a todos lo pueblos y gobiernos del mundo a una acción solidaria.

(Las Bases, 16 de mayo de 1972)

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