martes, 7 de agosto de 2007

Por qué no creo

Nuevo plan, viejas caras
Por qué no creo
por Rodolfo Olivera
Está en marcha un nuevo plan de Paz, no puedo evitar escribirla con mayúsculas. Es para Medio Oriente aunque, más concretamente, para palestinos e israelíes o al revés. Tiempo atrás, cuando el presidente Bush sugirió la "Hoja de Ruta", recuerdo haber planteado por qué fracasaría, y de hecho ocurrió. Con mucha pena por dos sociedades fatigadas por la guerra intentaré explicar por qué, hoy, tampoco creo.
El Rey de Jordania, el Presidente de Egipto, el Primer Ministro de Israel y el mandatario Palestino (más el visto bueno del Presidente de los EEUU) son viejas y repetidas caras de esta triste historia. Se han vuelto a juntar con una hipótesis de trabajo que, como todas las presentadas hasta hoy, no atiende cuestiones de fondo. Ergo, y por lógica, fracasan.
Pero en este caso particularmente hay que agregar las caras y antecedentes de los interlocutores que hacen menos creíble un desenlace positivo, si es que cabe algo así. Y nada deseo más que equivocarme. Empecemos ahora a desagregar la lista y condimentarla sin orden jerárquico, verá usted que ninguno (ninguno) resulta creíble para las partes en conflicto.
El rey jordano es un joven incapaz de llegar a la estatura (política) de su padre que, ni aún con una cintura digna de bailarín del Cirque du Soleil, pudo encontrar la fórmula adecuada. Cuando Hussein vivía Jordania se mostró muy poco amistosa con el pueblo palestino.
Una vez ocupada Cisjordania y otros territorios por parte del ejército israelí en la Guerra de los Seis Días (1967), muchas familias palestinas huyeron hacia Jordania que, ni lenta ni perezosa, propuso a Tel Aviv administrar esas tierras, es decir, quitárselas a los palestinos. Algo que nunca sería aceptado pues Israel no confiaba en Jordania y no quería resignar la margen ribereña del Jordán.
Ante el fracaso de este "lance", Hussein no cobijó como corresponde a sus hermanos de etnia y fe.
Por el contrario, las familias refugiadas sufrieron toda clase de penurias y marginaciones, al punto que la mayoría abandonó Jordania y se refugió en el Sur de El Líbano, donde todavía permanecen. Muy mal recuerdo ha dejado el padre como para que su hijo, ligeramente obsecuente y con experiencia política mínima, pueda ser visto como alguien creíble a ojos y oídos del pueblo palestino, ni siquiera el más moderado.
Vamos a Egipto, donde el eterno Presidente Hosni Mubarak tiene el récord innegable de haber escapado a más de una docena de atentados contra su vida, lo que no habla muy bien de su nivel de aceptación. Tanto su historia como la de su antecesor (Anwar el Sadat) son mas gratas a Israel y Occidente que a Palestina. Sadat, que combatió a Israel en 1973 en la Guerra del Yom Kippur, se ve beneficiado por una actitud conjunta de URSS y EEUU destinada a frenar el conflicto sin vencedores; en tanto, El Cairo estaba en riesgo.
EEUU, en ese momento, con la intención de consolidar al menos una frontera israelí, optó por ofrecer un acuerdo de paz duradero a los egipcios obligando a Tel Aviv a devolver territorios ocupados (el Sinaí).
Washington, además, "limpió" una deuda egipcia comprometiéndose a proveer armamento constante con la intención de evitar desequilibrios con el vecino Estado judío. Sólo pidió a cambio que Egipto se comprometiera a no atacar nunca más y a expulsar de su interior a los grupos más virulentos, empezando por la Hermandad Musulmana, fuerza ideológica y matriz de otras de choque.
Sadat cumplió a rajatabla recuperando tierras, eludiendo una deuda y expulsando a los villenos (a Sudán); así se ganó el mote de "traidor" para la causa palestina ya que había resuelto el problema de Egipto mediante el abandono de los hermanos de sangre a su suerte. Terminó como suele ocurrir, asesinado en un acto público. El sucesor, Mubarak, continuó sin cambios con su política de ambigüedades, es decir, a través de declaraciones de forma pro-palestinas y de práctica claramente pro-EEUU.
Ya no es una persona; hoy por hoy Al Qaeda tiene considera a Egipto por entero como un "Estado traidor", con todo lo que ello implica: el mismo rango asignado a Arabia Saudí y a Kuwait. Mubarak mal puede, entonces, ser una voz escuchada en la región.
Sigamos con Mahmoud Abbas, para continuar con la línea de los árabes.
Débil desde el vamos, el representante del pueblo palestino ha sido considerado tres escalones más abajo que el viejo líder Arafat.
No tiene su carisma, no tiene su iniciativa, su influencia ni su respaldo. Perdió las últimas elecciones legislativas a manos de los duros (Hamas).
Pero como la democracia es democracia sólo cuando ganan los que le gustan a uno, aceptó sin miramientos la presión Occidental para desconocer al gobierno elegido lo que ha provocado poco menos que una guerra civil en Gaza, con reflejo en Cisjordania.
Pobrísimo nivel de aceptación el suyo, credibilidad cero con cincuenta, interlocutor inválido a todas luces para quienes hace sesenta años están en guerra.
¿Qué podemos decir de Ehud Olmert, premier israelí, que ya no se haya dicho? Un fiasco político, un heredero que tampoco roza los talones de su mentor, Ariel Sharon, alguien que al menos era una bestia convencida y actuaba como tal. Desacreditado ante propios y extraños, comenzó su debacle con el fracaso evidente de la incursión al Líbano convertida en papelón militar, político, económico y mediático.
Le costó la largamente protegida cabeza de su amigo Peretz (Ministro de Defensa), y no ha rodado la suya por esas cosas. Porque el borbotón de críticas cotidianas que emergen de la sociedad y de los principales periódicos israelíes hacen que este gobierno sea uno de los más inestables de los últimos tiempos.
Es más, en fecha reciente debió recurrir a Ehud Barak, en la vereda ideológicamente opuesta, para salvar un poco la imagen.
A ver, ¿sobre qué base puedo imaginarme un Olmert válido para discutir cualquier cosa? Al menos en lo que a mí respecta, no encuentro ninguna.
Y dudo que los pueblos de la región (ambos) la descubran.
Sobre la credibilidad de George Walker Bush me declaro eximido de argumentar para no caer en la repetición o la burla. Digo, por respeto al pueblo norteamericano, porque al fin y al cabo es su presidente. Pero vamos, que ya no le creen ni las hijas.
Lo mejor que se le ocurrió esta semana fue aumentar en 30 mil millones de dólares el aporte en armas a la región.
Amigo lector, ¿cree usted posible que un proceso de paz para un conflicto con la envergadura del que estamos hablando pueda partir de cuatro personajes con semejante currículum?
Es realmente penoso, porque juro que me duele ver el miedo en las calles de Jerusalem, la angustia de madres israelíes y palestinas, la furia en los ojos y puños crispados de sus padres, hijos, maridos y hermanos.
Pero con pena también, insisto, no puedo creer que esto desemboque en nada que no sea más de lo mismo.
Todo por no ir nunca a fondo.
A crear, de una buena vez, el Estado Palestino como se prometió a mediados del siglo pasado; a crearlo como se ratificó en los acuerdos de Madrid, de Oslo, de Camp David, devolviendo los territorios ocupados del mismo modo en que se exigió desde la ONU hace ya cuarenta años.
Si no se le quita la bandera a los violentos, los violentos la seguirán ondeando armas en mano. Y cuatro personajes poco confiables no lo van a resolver.
Quién sabe, si en el fondo, no es eso lo que buscan los señores de la guerra.
http://www.noticiasyprotagonistas.com/es/514/opinion/2702/

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